Atado al final de mis días, al crepúsculo eterno del dolor… se insinúa una brisa que no sabe a mar, y mis horas se ajotan con un compás más lento, tejiendo tela de arañas como sentimientos de dolor, de sufrimiento y de soledad…
Me mata la paciencia de un dolor interminable que me arrebata la vida y acaba con mi respiración el mar caótico con sus olas, que amenazan ahogarme y hundirme en sus entrañas…
Atado en mis pensamientos como esponjas adsorbiendo la soledad y gota a gota mis lágrimas interrumpen cual torrentes diluvios que acaban y agrietan mi dolor…
Me mata la incertidumbre de lo pasado, cual tormento que como azotes me golpea y voy caminado descalzo en un sendero de espinas y mi descanso es incierto en un rincón de mis tristes recuerdos…
Atado a este modo de vivir, a no encontrar la nada… hacer un viaje al vacío y gritar, solo escuchar mi propio eco… mátame deja ya de burlarte de mí desdicha, arráncame cual fruto malogrado y arrojame en el lodo de aquella tierra muerta donde van a parar las almas caídas…
Me mata la ignorancia, la hipocresía, la arrogancia y sobre todo la burla del destino que desgasta mis pensamientos y me va consumiendo como un incienso en un ritual de mi propia muerte…
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