Un amor distinto...
Fue tan distinto tocar su piel… se sentía fría y sedosa, su color como la miel, cada poro respiraba el aire del ambiente y se estremecía con el viento, sus ojos con un brillo natural develaba su divinidad fenicia en un amor personal un culto a la vida, al amor…
Contemple su mirada que atravesaba mi alma como dagas exponiendo mis pensamientos y como tributo a cada sentimiento me traía recuerdos que solo existían en un rincón de mi pasado… las gotas de la vida caían de sus ojos formando un mar de amores…
Sus manos eran perfectas después de haber labrado la tierra aun eran suaves, manos dadivosas como ese amor que ya no existe al prójimo… me dio de beber de ese mar entre sus dedos no caían gotas todo aquello se asemejaba a una fuente o cáliz, descubrí entonces la ambrosía divina donde todos los dioses bajan a beber para calmar su sed de vida…
Al hablarme su voz era suave melodía en cada palabra se entonaba una armonía que sonaba en el alma mía, observe a mi alrededor las flores moverse con un vaivén como si el aire cómplice de esa entonación seducía a cada flor moverse al compás de sus palabras…
Cuando me acerque a ella pude tocar su cabello como la seda, cada fibra era perfecta su color azabache con un brillo que enmarcaba perfectamente su rostro, al soplar el viento sentí celos porque vi como el juguetea con su cabellera e igual modelaba un estilo nuevo que le entregaba la naturaleza celestial…
Recorrí su rostro con mis manos… cada punta de mis dedos calcaban en mi mente su belleza, esa belleza entregada del cielo, cada milímetro era perfecto… sus ojos, su nariz, sus labios la forma de sonreír… por un momento creí que estaba muerto y que con un último deseo Dios me puso frente a un ángel… eres la mujer perfecta… divinidad de Dios…
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